domingo, 25 de enero de 2009

La Yunza en Abancay

La Yunza, ha cumplido 71 años de haber sido entronizada en los carnavales de Abancay por el Sr. Carlos Roel, Jefe de la fenecida Caja de Depósitos y Consignaciones y rebautizada como “Banco de la Nación”. El historiador Guillermo Viladegut cita al Periódico “El Imparcial” del 26 de febrero de 1938(*), donde aparece el programa de carnavales de la fecha:

“Día Domingo 27, horas 5 de la tarde: Fiesta Popular en la plazoleta esquina de la Av. Patibamba(**), organizada por los vecinos de ese barrio, donde por primera vez en Abancay se implantará la fiesta denominada “Yunza”, tan popular y desde tiempo cultivada por los pueblos del Norte y Centro de la República, debiendo concurrir la reinas del carnaval, Rey Feo y comparsas juveniles, amenizada por la Banda Popular”

Chabuca Granda, la principal figura de la composición del cancionero nacional ha sostenido que a los 50 años de haber aparecido una creación popular, ésta pasa a dominio público. Por extensión, podemos interpretar el aserto como que la creación particular pasa a ser folklore, es decir a ser de dominio público si en un lapso de 50 años se sigue repitiendo como una costumbre.

Al haber sobrepasado los 65 años el “mallqui” como le solemos llamar en Abancay a este árbol de regalos y colgandijas, se ha entronizado definitivamente en el dominio público y de costumbre ha pasado a ser tradición. Es probable que de aquí haya viajado a otras reparticiones de nuestro departamento, porque nadie es dueño absoluto de estas creaciones vernaculares.

El terreno fértil para esta característica especial, radica en la coincidencia de la fiesta con las ceremonias del cultivo o aporque y el “cacharpari” de los “negrillos” que se despiden con este aguinaldo hasta la siguiente navidad. Son los negrillos los que abren el calendario de festividades y bajo los cielos de Abancay, esto significa la apertura de la primera yunza del año.

La yunza carnavalera es la conclusión del contrapunto de pandillas. Cada una de ellas representa a un clan de familias o vecinos que al juntarse y disfrazarse se mimetizan para no ser reconocidos. Al encontrarse se lanzan estribillos cada cual más pícaro.

Uno de los tradicionales puntos de encuentro, lo reporta “El Extraño Indio Clemente Kespe”, novela de Guillermo Viladegut, son el Barrio de Miskabamba y el Barrio de Huanupata. En el caso de Miskabamba, punto obligado de encuentro de comparsas de Condebamba, Tamburco y Aymas era el fenecido pisonay y en Huanupata, donde se ubica el actual mercado del Progreso que tenía una planicie, confluían los grupos de Puca Puca, Patibamba y el Olivo.

Los antecedentes más antiguos de los estribillos carnavaleros, fueron “el Paki” y “el Seqollo”. Dos cruentos juegos que probaban la resistencia y machura de los líderes de los grupos y que además medían el ingenio y la intuición.

Esta tradición había sido investigada por Gilbert Urbiola Valer, poeta y periodista quien en la Revista “Centenario” del Núcleo Educativo Comunal 01 de Abancay publica su poema “Viva Abancay”, dedicándolo a los 100 años de ciudadanía de la Villa de Abancay. En esta pieza poética menciona al Paki y al Seqollo como fenecidas tradiciones de este ámbito.

Las diferencias de clanes, grupos y barrios no tiene cien años de antigüedad. Su tradición se remonta a la entronIzación de los conquistadores, que rescataron probablemente la tradición de los antiguos asentamientos humanos del Valle. Las pandillas en pugna al encontrarse en los puntos de confluencia, dirimían superioridades, presentando a su mejor hombre. Es de suponer que cada grupo iba a cada encuentro con su mejor gente y sus representantes mejor dotados.

Al transcurrir de los años, las haciendas son las que dirimían mediante estos juegos, sus diferencias, rescatando las reglas y las costumbres que le antecedían a este tipo de competencias. En los albores del carnaval que llega como costumbre europea y asentada luego bajo los cielos de Abancay, se cubrían a los contrincantes y los del clan contrario no sabían quien salía al ruedo para medir fuerzas y habilidades. Ya en la vigencia de los carnavales la cubierta, es de suponer, es el disfraz: los hombres con poncho y sombrero, embadurnado de harina o talco y rodeado de serpentinas por el cuello.

El representante, era todo un misterio. Al estar a la cabeza de la pandilla, la otra tenía que aceptar el reto y ambos luchadores, escogían de común acuerdo si el puño o la huaraca.

Si los luchadores escogían el puño, estaban decidiendo repartir honores con el Paki. Si escogían la huaraca haciéndola sonar, estaban escogiendo el Seqollo. Uno y otro tenían como meta vencer, mientras sus pares no cesaban de tocar y cantar y alentar a sus parciales.

El Paki, consistía en que dos representantes, uno de cada bando salían al frente para defender la superioridad de sus parciales. Quien empezaba doblaba una rodilla y la ponía en el piso y mostraba la otra pierna. El otro jugador debía dar su mejor golpe en el muslo de su oponente y así alternativamente ambos jugadores se daban hasta rendirse.

El Seqollo, Consistía en arremangarse el pantalón hasta la rodilla. El retador mostraba la pantorrilla y el oponente debía azotarle con la huaraca en la pierna desnuda y alternativamente dirimían superioridades hasta que alguno de ellos se rendía.

El Paki y el Seqollo, son formas primigenias del contrapunto de comparsas que luego se institucionalizaría con el carnaval que hoy conocemos. “El tapado” de los contrincantes, es el antecedente del poncho y el sombrero con el rostro embadurnado de talco para no reconocerse de un bando al otro. Los estribillos cantados, son consecuentes de las frases de aliento a los gladiadores de ayer representantes de uno y otro clan.

En estas circunstancias la yunza, es un elemento muy joven y en todo caso periférico a la fiesta misma. Introducida por un ilustre ciudadano, venido de otros lares que tuvo a su cargo la organización de la fiesta desde la oficialidad del cabildo. Sin embargo, regresando al argumento de nuestra coterránea Chabuca Granda, ya no se puede decir que es ajena a la tradición de la abanquinidad, porque su antigüedad ha sobrepasado largamente los 50 años que se toma como referente para que pase a ser patrimonio popular.

El intercambio de frases a través de las “serpentinas de conversación” en el baile de gala de carnaval, ya es una forma más avanzada y civilizada de iniciar una relación de amistad y que se observaba, aunque en círculos reducidos, entre la masa mestiza y citadina del valle de Abancay.

Una cosa es segura, el Paki y el Seqollo, los dos bruscos juegos pandilleros, encuentran su institucionalización en el carnaval, introducido por el conquistador. A la larga, evolucionan a formas menos violentas y más alegres de las que gozamos en nuestros días y que han encontrado en la yunza como la forma más original de converger más que de divergir.

Hoy en día no hay carnaval sin yunza y la yunza es el signo exterior más representativo del carnaval bajo el cielo azul añilado del Valle de Abancay.





Lima, febrero de 2008

Hugo Efraín Viladegut Bush
“Cielos de Abancay”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario